“No hablen bien de Silvano, hablen bien de Michoacán”
Silvano y su encuentro con los diputados Intentaron tanto hacerlo tropezar, que solitos se hicieron bolas y al final, el Legislativo tronó por su mayor debilidad: los conflictos internos, las pugnas y envidias que siguen marcando en moreno el recinto de los llamados representantes populares. Silvano a lo que fue. Llegó con tiempo suficiente. Saludó aquí y allá. Se dejó querer. El recelo y la inconformidad por el dispositivo vial desplegado en el centro de cantera, ante las amenazas de la CNTE de hacer colapsar el evento, se quedaron de lado cuando el de Carácuaro comenzó a saludar. Sonreía, relajado y amable, compartiendo selfies. Con esa mirada de complicidad que no lo deja. Con el rictus sardónico cada que veía a alguno de sus detractores, esos que lanzan la piedra, esconden la mano y a él, al paso, le gritan, “amigo gobernador”. Así llegó, cobijado por la lealtad de muchos y las porras de los agregados, a los que se les negó el acceso al Palacio sede del Congreso del Estado, igual que sucedió con los reporteros que al grito de “no opacidad”, urgieron la intervención de Aureoles para que les permitieran ingresar. El área de prensa de los diputados no reculó en su decisión. Como pocas veces, el pleno en pleno, hoy sí fueron todos los diputados. Ernesto Núñez, del Verde Ecologista de México, abrió la partida. Mensaje dual en un burdo intento de crítica amiga. “En el PVEM le reconocemos, pero falta, los problemas siguen”, enumeraba y puso de ejemplo cómo unas personas le decían, antes de llegar al Congreso, que no había medicinas en el centro de salud. Le siguió Miriam Tinoco Soto, sin más apellido político por aquello de su ruptura con el PRD y su cuasi adhesión a los morenos. Criticó al que llamó “el día del gobernador” pero así, suavecito: “que su cercanía con la gente se refleje en toda su estructura”, pidió la otrora titular de Sedesoh, álgidamente señalada por las irregularidades denunciadas al paso por esa dependencia. Ninguno de los ocho diputados -incluyendo a Madriz que rompió los valores entendidos de las fracciones-, respetó aquello de los siete minutos de discurso. Menos pudo Salvador Arvirzu, del Partido del Trabajo. La deficiente lectura compitió abiertamente con el discurso de Teresa López Hernández, pero en dicción (o la falta de), ganó sin duda el petista. Nunca se supo si su intervención fue a favor o en contra del gobierno silvanista. La porra desde el pódium de debates, la encabezaron el perredista Toño Soto y el panista José Antonio Salas Valencia, nadie habló tan bonito y a favor, como el del albiazul. Ambos intentando ser elocuentes, tratando de modular, a veces sin el menor éxito. Junto con Arvizu y Teresa López Hernández (de Morena), Eduardo Orihuela Estefan, del Partido Revolucionario Institucional, completó la terna de los insípidos debatientes. López Hernández eligió el tema más álgido de la problemática nacional para criticar el actuar del silvanista: la carencia de seguridad. Olvidando protocolos, ignoró a propósito que esa palabra conlleva compromisos federales, estatales y municipales; se fue de lleno a la yugular del terracalenteño, refiriendo falta de trabajo. Con su débil argumento, la de Morena, -amiga leal a Alfredo Ramírez Bedolla y al dirigente estatal, Yeyo Pimentel-, fue borrada del escenario legislativo por su compañero Antonio de Jesús Madriz Estrada, quien, aprovechando su condición de presidente de la Mesa Directiva del Congreso del estado, atendió indicaciones y fue fiel al discurso crítico del delegado del Bienestar, Roberto Pantoja. En su afán por quedar bien, Madriz olvidó que hay acuerdos inquebrantables entre grupos camarales. Sin aviso ni permiso, se soltó contra el mandatario ahí presente. Rompió reglas, las políticas y las de etiqueta y en la casa del pueblo rayó en el insulto al invitado. Antes de Madriz, siguiendo el protocolo de la orden del día, a las 13 horas con 40 minutos, Aureoles Conejo abordó el viejo y despintado estrado. El mensaje grandilocuente y triunfalista de los gobernadores de antaño, fue olvidado. Con Silvano se acabaron los “días del gobernador”. Explicó y repitió su contexto: el Estado en crisis que recibió, quebrado en lo financiero y sometido por el hampa organizada, y endeudado, endeudado, endeudado. Habló de cada programa y acción de gobierno con los que ha logrado avanzar; algunos tan representativos y humanos como el de Palomas Mensajeras y el de Palabra de Mujeres. Mujeres, jóvenes y migrantes, no en ese orden, sí en la misma prioridad. Engrandeció al turismo, por el que más de 150 mil familias tiene ingresos y defendió a morir su cruzada por la seguridad, pero el único tema que le mereció el aplauso espontáneo, fue su lucha por convencer al gobierno de la República de federalizar la nómina magisterial, porque con ello, se acaban los problemas de Michoacán. Las mujeres michoacanas, empezando por su madre y su hija Sofía, ahí presentes, le merecieron que suavizara el tono. A ellas, a todas, les prometió que no cejaría en su empeño por seguir visibilizándolas, por acabar con la violencia de género en todas sus expresiones, una tarea “que nos ocupa a todos”. Y de lo informativo, el “vengo a escuchar, dialogar y colaborar con este poder. No vengo a culpar a nadie, no vengo a quejarme, no vengo a justificar o repartir culpas”. Y del discurso político a la aceptación: “recibí un estado en quiebra y se ocupó una cirugía mayor para poner a Michoacán de pie, para recuperar la gobernabilidad”. Al final, el llamado, para muchos, humanista y humilde, del hombre criado en los surcos de Michoacán y que hoy dirige los rumbos del Estado: “les pido que trabajemos juntos, pongamos por delante a Michoacán; cerremos filas como yo lo estoy haciendo con el Presidente por México; yo soy hijo de esta tierra que es mi familia, no les pido que hablen bien de Silvano, hablen bien de Michoacán”, les retó.